sábado, 27 de septiembre de 2008

"Deseando amar" en "Videodrome"

(Sala de variedades)


Como todas las cosas importantes que suponen un antes y un después para uno, Deseando amar vuelve a mí. ¿Sabéis qué programa es Videodrome de Radio 3? Yo tampoco lo conocía, es uno que va de contar películas. Pero no de una forma burda que te la estropee, sino con admiración, máximo respeto e introspección, animándote a verla o a redescubrirla de nuevo.

Y qué grata sorpresa, es un programa estupendamente realizado, se nota que han comprendido por completo la esencia de Deseando amar. Me parece una muy buena forma para descubrirla o para ahondar en las maravillas que están latentes en ella, acompañando con referencias extra fílmicas, biografía de Kar-Wai y apuntes relevantes.

No creo que nadie de RNE lea esto, pero estaría muy bien que hicieran lo mismo con 2046, mucho más incomprendida que su predecesora, en donde se muestra la nueva forma de vida del Sr. Chow con un estilo narrativo totalmente diferente pero necesario.

Los que no la hayan visto deberían oír hasta el minuto 24 ó 31. Los demás (la escasa minoría) se lo deberían empapar entero.



sábado, 13 de septiembre de 2008

Reencuentro con Taniguchi: Barrio Lejano (II)

(Ebriedades)

-Para leer la primera parte pincha aquí-


Barrio Lejano (Harukana machi he)

Jiro Taniguchi es un autor que deja patente en sus obras su preocupación por las familias felices que sufren una ruptura. Un dolor nunca manifestado en un sentido trágico exacerbado, no se trata de un cristal hecho añicos, sino de las grietas de un espejo que nadie pudo arreglar.

Barrio Lejano, por tanto, sigue la estela de El almanaque de mi padre, la primera obra que leí del japonés. Tan relacionadas están que podríamos catalogarlas dentro de un mismo ciclo. En ambas se produce una vuelta al pasado familiar, al lugar natal; una experiencia que será agradable (por los buenos momentos vividos) y dolorosa (los hechos que por fuerza mayor torcieron el agradable entorno). Sin embargo, hay dos aspectos que diferencian El Almanaque… de Barrio Lejano.

Primero, que esta última es más larga y más ambiciosa, uno tiene la sensación de que Taniguchi pretendía dibujar un cómic más extenso, de mayor formato. En ese sentido, al ser más largo que su anterior obra, Taniguchi se permite crear esta vez otras subtramas que envuelven al protagonista – Hiroshi, un hombre de mediana edad que al visitar su pueblo natal sufre un accidente que le transporta a su pubertad, pero conservando su consciencia adulta-, como son la relación con su mejor amigo y su amiga-novia (uno de los hallazgos más hermosos del cómic por el choque entre la chica adolescente y el adulto que se hace pasar por adolescente).

Segundo, la forma en que se vuelve al pasado: Barrio Lejano añade un toque “mágico” con el asunto del viaje en el tiempo, muy distinto al absoluto realismo de El almanaque…, cuyo protagonista recuerda su pasado durante el funeral de su padre. Si en éste el protagonista descubría que tenía una imagen totalmente equivocada de su padre, en Barrio Lejano Hiroshi intentará, en cambio, descubrir el motivo de su abandono y, si puede ser, impedirlo... La imagen paterna como una figura dudosa, incompleta y decepcionante que el protagonista necesita aclarar para reconciliar sus resentimientos.

Nuevamente, vemos en Barrio Lejano ese precioso estilo de dibujo ya inconfundible, sus “caras conocidas”, los pequeños detalles cotidianos y… atención, un tratamiento de la historia y de las viñetas que parece que asistimos a una película de cine clásico japonés. Lo digo en serio, si en el futuro tuviera influencia en el mundo del cine intentaría hacerme con los derechos de El rastreador o de Barrio Lejano para adaptarlos a guión… Estoy seguro de que, en buenas manos, se podría hacer algo muy interesante (con esto no pretendo decir que “mis manos” son buenas, no me tachen de prepotente).


Como en El rastreador y El almanaque de mi padre, uno termina de leer Barrio Lejano con la sensación de que le han tocado alguna fibra o que nada en medio de una laguna de emociones... Y después de tres meses de haberlo leído, mi mente parece entrar en calma ante la idea de ir consiguiendo otra obra del amigo Jiro.


lunes, 8 de septiembre de 2008

A la espera de Ponyo

(Sala de variedades)

Me ocurrió con Chihiro, con Howl y ahora es con una pececita llamada Ponyo. Cuando el Studio Ghibli anuncia que Hayao Miyazaki está preparando su nueva película me pongo un poco nervioso porque sé que es mi acontecimiento cinematográfico por excelencia.

Es cierto, y soy consciente de que hará falta mucha paciencia hasta que la película se estrene en una sala de cine cercana. Como las cosas realmente buenas, las películas de Miyazaki son dos preciadas gotas de agua que caen en tierra arenosa. Una gota por parte de Miyazaki, por su nueva historia, por el nuevo terreno que nos enseña de su incomparable imaginario; y la otra gota es cosa de Hisaishi, mi compositor favorito para demostrar -otra vez- cómo se escribe una enorme banda sonora para una película. Por cierto, estamos hablando de Gake no Ue no Ponyo (Ponyo on a cliff by the sea), en donde Miyazaki vuelve a reivindicar la animación tradicional, esta vez con unos bellísimos escenarios sacados de un storyboard realizado con acuarelas. Todo el metraje del film está realizado completamente a mano.

Estrenada hace un par de meses en Japón (con enorme éxito de crítica y público), comienza la cuenta atrás para conocer la historia de Ponyo y Sosuke. Ponyo, una rojiza y rolliza princesa pez sale del mar y se topa con Sosuke, un niño que vive en una casita sobre un acantilado. Desde entonces, Ponyo sólo tendrá un deseo: el de convertirse en un ser humano. Es decir, una particular versión de La Sirenita de Andersen y del cuento tradicional japonés del pescador Urashima. Miyazaki leyó de pequeño el cuento de Andersen y entonces le decepcionó que sólo los humanos tuvieran alma.

La película se proyectó la semana pasada en la Mostra de Venecia, y a pesar de ser uno de los pocos films que levantó el entusiasmo general de la crítica, el jurado presidido por Wim Wenders (París Texas, El cielo sobre Berlín) la dejó fuera del palmarés. En 2005, la Mostra galardonó el año pasado a Miyazaki con el León de Oro honorífico por toda su carrera.

Ya me estoy comiendo las uñas, pero confío en que dentro de muy poco Aurum se haga con los derechos de distribución en España, pues sé de primerísima mano que anda muy interesada en Ponyo. Para quienes no conozcan aún a la pececita, ahí van los dos trailers del film. Imprescindibles... (cuidado, la canción es muy pegadiza).

Tráiler 1



Tráiler 2




P.D: El reportaje de El País tiene una información errónea: Miyazaki no es el creador ni de Heidi ni de Marco, sino su compañero Isao Takahata. Miyazaki se encargó de los escenarios de ambas series. Se le suele atribuir a él la autoría de esos animes, un error que muchos medios cometen.

domingo, 31 de agosto de 2008

La emoción... (y sus riesgos)

(Ebriedades)

Ha nacido una nueva historia de amor emblemática a la que mis ojos y una parte de mis oídos se han entregado por completo, de forma sumisa y callada, originando en mí ese estado de atontamiento indefinido donde se confunden el gozo y la nostalgia…

Es la historia de amor de Wall-e y Eva. Un amor que retorna a los inicios del cine mudo chaplinesco, que pasa por la etapa de oro musical, por el romanticismo woodyniano para alcanzar la cima en un universo de estrellas y ciencia ficción. Esta historia de amor logra algo que sólo los grandes pueden hacer bien del todo: volver al pasado desde el futuro. Es una película que me recuerda de dónde viene el cine y de cómo me enamoré de ese arte.

Andrew Stanton, el director de la película, declaró que Wall-e es como una mezcla de Charlot y de Woody Allen, “sus movimientos son torpes como los de Charlot y es un romántico desesperado como Woody Allen”.
Y con todo esto, se me pasan por la cabeza tres puntos:

- Que hay gente que dice que soy muy “chaplinesco”.

- Que hay otros (entre los que se encuentran algunos del primer punto) que me comparan con Woody Allen (y no precisamente por su inteligencia).

- Y que un par de seres allegados no han tardado en compararme con Wall-e.

Es una estupidez, lo sé, pero es una memez que me hace partícipe de ese romance, de esa sensación especial que se tiene de pequeño cuando te comparan con alguien excepcional al que adoras. Y sin saber muy bien cómo, allí estoy en medio de ese ciclo a lo largo de la historia del cine, en medio del precioso idilio de Wall-e y Eva, con los estropicios que toda esa montaña de fantasía cúbica puede transvasar a la vida real.


viernes, 22 de agosto de 2008

Cuando Gotham no era más que cinco muebles

(Ebriedades)

En mi infancia, mi hermano y yo jugábamos con los muñecos a Batman. Era en la otra casa, mi primer hogar tenía un salón grandísimo para mi yo reducido y se convertía, pues, en el imaginario más perfecto de la ciudad de Gotham. Para ello, mi hermano tenía un Batman con sus alas y su batmóvil, el que sacaron por la película Batman Forever en 1995. No penséis mal, éramos niños y no sabíamos (ni nos importaba) que la película fuese una porquería, simplemente lo muñecos molaban. Yo, lógicamente, tenía un Robin (absteneros de bromas ridículas), que era la representación de Chris O’Donnell en su papel. Si a eso le añadimos los múltiples Playmobil, las piezas de Lego y los desafortunados muñecos que nadie conocía provenientes de rastrillos (que hacían de los malos de turno), ya teníamos más que de sobra para representar con calidad nuestras aventuras. Y eran buenísimas, no había nada que me llenara tanto.

Eso de jugar con los muñecos ya ha pasado, claro está, pero no me avergüenza afirmar que me esforcé por retrasar ese fatídico día en el que el niñito abandona a sus juguetes. Recordando esos momentos puedo asegurar que de pequeño tenía mucha más imaginación que ahora; antes tenía historias a rebosar, cada día podía inventarme alguna situación juguetil con su clímax y todo; era como ser un director de cine de lo más completo, pues te encargabas además de todas las interpretaciones, del guión, del dificilísimo doblaje, del atrezado... hasta de la banda sonora y los efectos de sonido. No es que ahora sea incapaz de ello, quiero decir, de pensar historias, ¿pero para qué me sirven, para qué dejo mi imaginación fluir? La mayoría de las historias que me imagino son simulaciones ideales para solventar algunos aspectos de mi vida que o bien resultan fallidas o no llevadas a la práctica. Y menudos embrollos: esto no me llena nada y no sé qué podría hacer, qué hago para que tal o cual chica me haga caso, dónde podría conseguir un nuevo y motivador trabajo…

Debería haber empezado un blog cuando tenía diez años, seguro que entonces podría escribir más y cosas agradables y entretenidas (aunque por otro lado no estaría capacitado para confeccionar chistes eróticos o sexuales, fui muy avispado de pequeño, pero diez años son diez años…). A ver cuánto soy capaz de escribir a partir de ahora. No prometo nada, no vaya a ser que os decepcione, en ese caso mejor saco mis muñecos (que por supuesto siguen guardados en alguna parte) y quien se quiera apuntar, pues bienvenido sea.

jueves, 29 de mayo de 2008

El estreno

(Ebriedades)

No me atrevo a decir de mí que soy “compositor”, ni tampoco “escritor” o “guionista”, siempre soy un simple aficionado en todo lo que hago, ni la calidad de mis obras y mucho menos mi productividad me hacen la suficiente justicia como para asignarme el poder de tales oficios. Es cierto, pero sea como sea, resulta que hace menos de una semana estrené por primera vez en un concierto una obra que lleva mi nombre.

Llevo algunos años cantando en el coro de mi pueblo, y como estoy con gente a la que ya considero muy cercana a mí, me atreví a componer algo para ellos. Era una idea que tenía desde hace algo menos de un año y que terminó por motivarme cuando, sentados los dos en un bar de copas, mi director y amigo Jerome me animó a que escribiera algo. Así que me puse manos a la obra y para la nueva temporada presenté la partitura, sin letra. A Jerome le gustó bastante, propuso un par de cambios musicales y me ayudó a arreglar algunos detalles de las voces. Finalmente le pusimos letra entre los dos, y un querido compañero de mi cuerda, Pepe Luis, se dedicó a pulir los últimos detalles y a darle título (la jodida letra fue lo que más costó de todo, pero creo que no quedó mal a fin de cuentas).

Los ensayos se sucedieron y reconozco que no estuve muy animado al principio, pues noté que al coro, en general, no parecía gustarle mi obra... Por suerte, fue una primera impresión equivocada, infundada por los ensayos por cuerda. A la hora de aprender una obra, cada cuerda del coro ensaya en solitario su parte, y esta canción tiene la particularidad de que cada voz por sí sola queda bastante vacía y aparenta no tener ninguna dirección concreta. La melodía de cada cuerda tiene todo su sentido en la puesta en común, y es lo que me hizo respirar tranquilo cuando pasamos a los ensayos conjuntos y los coristas empezaron a cogerle su gusto, hasta la alabaron.


De todos modos, al coro le costó habituarse (era una canción un poco complicada y distinta a las habituales que cantamos), así que empecé a temer que no se llegara a pulir del todo. Pero respondieron muy bien y me sorprendieron gratamente, los ensayos se sucedieron y quedé contento con el resultado final.

Llegó el día del concierto, y a pesar de que rogué que no hicieran ningún tipo de presentación especial, no pudieron evitarlo. Aunque amenacé con irme del coro si hacían algo fuera de lo normal, mi compañero, el que pulió la letra y bautizó la obra, explicó a todo el público lo “importante que era esta canción para el coro”. Demasiado bombo y platillo para tan poca cosa, esos detalles al público se la suda, aunque comprendí que mis compañeros quisieran hacerlo. Y me emocionó, la verdad.

Al final, como ocurre mucho en este arte, el concierto salió mejor en los ensayos... Pero qué más da, ya saldrá mejor en el próximo, el fin de semana que viene.




sábado, 24 de mayo de 2008

Reencuentro con Taniguchi: El rastreador (I)

(Ebriedades)

-Para leer la segunda parte pincha aquí-

Acabo de terminar Barrio Lejano, un cómic de Jiro Taniguchi que compré en el Expomanga de este año en Madrid. Fue algo fortuito a medias, pues quería leerlo desde hace bastante tiempo, cuando conocí al autor tras leer su precioso El almanaque de mi padre, y no asistí a la feria con intención de comprar nada. Subí a Madrid para visitar a mis amigos de la universidad, ni sabía que el Expomanga coincidía con mi llegada, pero en el trabajo me pidieron que fuera a cubrir la presentación del juego Dragon Ball Z Burst Limit. Y allí, en el stand de la editorial Ponent Mon, Taniguchi volvió a mí en el momento más adecuado: con un oportuno 3 por 2 como oferta. Total, un chollazo: los dos tomos de Barrio Lejano + El rastreador (otro de mis esperados, y encima gratis). Quedan para otra ocasión La época de Botchan, El olmo del cáucaso, La cumbre de los dioses y otros tantos… En la página web de Ponent Mon podéis echar un vistazo a la colección dedicada al japonés. Concluyo este párrafo introductorio afirmando lo contento que salí por mi compra (que incluyó además una camiseta con el logotipo totoresco del Studio Ghibli).


El rastreador (Sosakusha)

Fue el elegido para el trayecto de vuelta a casa, el cual me atrapó durante las tediosas horas de autobús. El cómic tiene uno de esos personajes que son para quitarse el sombrero: Shiga, un hombre de edad madura que todavía conserva un intacto sentido de la responsabilidad, una ideología humana prácticamente inexistente en la sociedad de hoy día. El hombre, un alpinista recluido en una montaña desde hace más de una década, baja a la ciudad al enterarse de que la hija de su mejor amigo, muerto en su última expedición, ha desaparecido. Su misión es encontrarla a toda costa, y Shiga emprenderá un pequeño periplo por la moderna ciudad japonesa, buscando pistas desconcertantes y soportando palizas en barrios peligrosos, la desesperanza de los jóvenes corrompidos y el desprecio de los desconfiados.

A diferencia de Barrio Lejano y El almanaque de mi padre, El rastreador es un sofocante thriller que me puso el corazón como el solo de batería de una alocada banda de jazz, de forma gradual desde la primera página hasta la última (336 tiene la obra), tomándose el tiempo que hace falta hasta llegar a ese increíble clímax que no me pude creer cuando lo vi... Pero todo ello sin que falte lo que ya identifico como el toque Taniguchi: la humanidad de su historia, una compleja radiografía de los sentimientos de cada personaje y de la relación entre estos. Como soy un anti-spoiler, no revelaré nada más, por supuesto, cualquier comentario incisivo sobre el argumento estropearía las emotivas sorpresas que nos depara el genio de Taniguchi en cada viñeta.

En El rastreador encontré, además, otra de las pasiones del autor: el montañismo y los entornos naturales, Shiga viene de ese mundo y se enfrenta a la ciudad tras haber roto con ella años atrás; motivo por el cual su lectura me pareció, además, un acertado y casual paso para descubrir sus obras centradas en la naturaleza y el montañismo (Z, La cumbre de los dioses, Seton…).

Aún está sobre mi cama el tomo 2 de Barrio Lejano, pero como el post me ha salido más largo de lo que esperaba, os daré un descanso y dejaré mi pasional reseña para la próxima ocasión.


sábado, 10 de mayo de 2008

De nuevo, Summer vuelve...

(Sala de variedades)

El tema Summer no lo considero una de los mejores piezas de Joe Hisaishi (igual que tampoco la banda sonora completa de la película –El verano de Kikujiro- es de las más completas de su discografía). Al ser una de las partituras más “comerciales” y asequibles que ha compuesto, Hisaishi se ha ganado una clara referencia; pero siempre he opinado que deberían reseñarse otros temas mucho más destacables en cualquier reseña que leo de este compositor.

De todos modos, Summer me gusta, por supuesto. No hay duda de que es dulce, efectivo, cálido… mi piano está ya bastante cansado de tanto tocarlo. Me parece perfecto como sintonía veraniega, aunque su escucha no me recuerda especialmente a esta estación. Por eso, y no sé muy bien porqué, le dedico el espacio de hoy a este tema, quizás para acercar fácilmente mi querido músico a los escasos y perdidos lectores que lleguen accidentalmente por aquí. Y ya que estamos, por una vez voy a dedicarlo: para todo aquel que tenga hoy un día especial.





P.D: Si os gustó, la versión orquestal la aprovecha mucho más.

miércoles, 30 de abril de 2008

Lost In London – Introducción

(Crónicas de un joven y mediocre español sobre su estancia de tres semanas en Londres para aprender inglés)


Hace un año, por estas fechas, decidí irme a Londres como destino de la generosa beca que me concedió el estado. El objetivo de la ayuda: estudiar inglés durante tres semanas. Mi objetivo: empaparme en ese vórtice cultural que es Londres, vivir una experiencia totalmente nueva e innovadora para mí (nunca había salido solo de España), es decir: ponerme a prueba. Y, en menor medida pero muy unido a lo anterior, despertar mi vago dominio del idioma de Shakespeare.

Creo que es la primera vez que tengo la fuerte necesidad de escribir un texto autógrafo, pero he tenido que dejar pasar un poco el tiempo para dejar constancia de la experiencia (algo más de medio año). No es que no quisiera o no pudiera. Sí, de hecho, el cuerpo me pedía desde hace tiempo escribir algún esbozo. El problema (si es que debería denominarse así), era que hay ciertos pasajes que no sabía (y no sé) explicar debidamente, con qué nivel de desnudez, con qué grado de selección. Pero tengo que probar. La distancia de los hechos me ayudará a tener una visión más concreta y global.

Otro tema que me preocupa (muy a considerar) es referente a las personas que forman parte de esta experiencia. ¿Cómo reflejarlas? ¿Tengo el derecho de incluirlas? Sólo fueron tres semanas de relación, incluso menos, pero son imprescindibles en las crónicas. Finalmente decidí incluirlas, según lo requiera a través de una serie de capítulos. Desconozco cuántos serán y cuánta gente aparecerá, pero quien quiera que vaya a leer esto debe saber que éste es mi sencillo homenaje a todos ellos (con ese argumento debería ser excusado). De todos modos, y aunque no haga falta decirlo, pido disculpas si inconscientemente me desplazo de la realidad exacta, si no perfilo con el rigor exigido los personajes que la rodean. Todo lector debe recordar que el género autobiográfico no se compromete a contar la verdad, si no la versión de la verdad del que se aventura a contarla.


Antes de finalizar, quisiera matizar un asunto: como motivo especial, voy a reinventar las normas del lenguaje escrito para transcribir ciertos acontecimientos. Durante mi narración pondré algunas expresiones en inglés; sin embargo, como muchos hechos transcurren mezclando conversaciones inglesas y españolas, me veo en la necesidad de aclarar cuándo se habla en un idioma o en otro para hacer las crónicas más fieles, sencillas y ágiles. Por eso, las oraciones que escriba en cursiva serán pasajes que se produjeron manejando el inglés. En algunos momentos lo especificaré, pero en otros no.

Sólo espero relatar mi experiencia londinense con claridad, viveza, sinceridad y mucha emoción contenida.

domingo, 20 de abril de 2008

El violín de Alina

(Sala de variedades)

Hace bastante que no escribo, mi productividad en este blog es escasa, lo sé. Me gustaría poder actualizar más, lo intentaré. Sea como sea, no repetiré este encabezado en futuras entradas.

Ayer hablé con un amigo de varias películas en las que el violín es un “personaje” importante. Todo esto vino a raíz de Un corazón en invierno, una película que le presté de Claude Sautet acerca de un luthier insensible que arregla violines (buenísima, una de las películas que más me han impresionado últimamente). Otras películas que mencionamos fueron El violín rojo o Balzac y la joven costurera china.

Pues bien, el caso es que la conversación de los violines me trajo a la memoria el último concierto de la Filarmónica de Málaga en el que estuve, donde escuché el Concierto nº 1 para violín de Bruch. Max Bruch fue un compositor alemán romántico que en la actualidad es recordado por el citado concierto para violín, en Sol menor (a pesar de que compuso otras muchas obras). El segundo movimiento de su concierto cuenta con uno de los adagios más bellos que se han compuesto para violín, la melodía es bastante famosa y sigue teniendo mucha acogida.

La violinista que interpretó aquel concierto de principios de febrero fue Alina Pogostkina. Me informé acerca de ella y mi interés aumentó: Alina es una jovencísima instrumentista que está gozando de popularidad. Con sólo 25 años, la violinista ya es un prodigio que está tocando en salas de todo el mundo. Aunque, sinceramente, lo primero que me impresionó al verla fue su belleza. Alina entró en el escenario, portaba su violín y lucía un vestido largo y claro. Empezó a tocar y su presencia en el escenario se convirtió en algo casi irreal… No soy ningún entendido de técnica violinística, pero la limpieza del violín y su precisa ejecución saltaban a la vista y a los oídos.

Por supuesto, yo ya conocía de antemano el famoso fragmento de la obra de Bruch y esperaba con emoción poder escucharlo en directo. Pero cuando llegó el segundo movimiento y comenzó a sonar esa primera nota larga del violín de Alina, la melodía me pilló totalmente desprevenido. Me desnudó por completo, incluso en un momento me dejó completamente vacío, como si algo dentro de mi cuerpo por fin hubiese encontrado una salida y se escapara lentamente, rompiendo todo sentido del tiempo y dejándome desamparado. Me conmovió profundamente. La sensación se acentuó porque estuve solo en un palco, muy próximo al escenario.

Una vez acabado el concierto, fui a saludar a uno de los músicos de la orquesta, un excelente trompetista al que conozco. Cuando le dije cuánto me había gustado la interpretación de Alina, mi colega me preguntó si quería conocerla. Sin darme cuenta, ya estaba subiendo las escaleras hacia el camerino, pensando algunas torpes frases en inglés que pudiera decirle. Mi colega pegó a la puerta de su camerino, pero Alina no respondió… se había marchado ya del teatro. Me hubiese gustado mucho tenerla frente a mí, pero supongo que así fue mejor, no tenía nada importante que decirle.

Sigo escuchando de vez en cuando, como antes, el adagio del Concierto para violín y orquesta nº 1 de Bruch. Sólo que ahora, cada vez que la pongo, me viene a la memoria el semblante de Alina interpretándolo con toda la elegancia del mundo.

Por desgracia, no existe ninguna grabación del concierto de Bruch interpretado por Alina. Pero quisiera dejaros a otro grande interpretándolo: Yehudi Menuhin. Tras la introducción, estoy seguro de que reconoceréis perfectamente la famosa melodía.




lunes, 24 de marzo de 2008

El efecto Yoshioka

(Ebriedades)

Señoras y señores, quisiera presentaros un pequeño síntoma que estoy padeciendo estos días y que algunos habréis padecido. No es nada grave, así que no os preocupéis amigos y no os alegréis enemigos, se trata de una tontería. Me acabo de inventar su nombre y es el título que da comienzo a esta ebriedad: “el efecto Yoshioka”.

Como no es ninguna enfermedad, me gusta llamarlo efecto, pues es en realidad consecuencia de una relación emocional. Sin más dilaciones me propongo explicarlo lo más sencillamente posible:
“El efecto Yoshioka” ocurre cuando haces algo que te recuerda a un hecho pasado. Esta analogía se establece para paliar o potenciar una necesidad que en el pasado habías disfrutado y perdido. La peculiaridad de este efecto reside en que, a pesar de que ese algo nuevo que has hecho es agradable para ti y estás gustoso, te remite al hecho pasado y te lo recuerda con mayor fuerza que antes, nublándote y dejándote en un estado un poco incomprensible, como atontado.

Pongamos un ejemplo ridículo: tienes un gato que te encanta, es adorable, pero un día te das cuenta de que se te ha perdido. Pasa el tiempo y descubres un nuevo gato, pero aunque te resulte encantador, te recuerda al otro y añoras su pérdida a la vez que te sientes culpable por compararlo con el nuevo.
Este ejemplo puede transpolarse a cualquier otro sujeto animado o inanimado, siendo muy común en personas.

Las consecuencias pueden ser diversas, lo más probable es que vuelvas a replantearte lo que ocurrió con el primer gato e incluso te plantees buscarlo, preguntándote porqué de repente desapareció. Pero también puede ocurrir (de hecho ocurrirá tarde o temprano) que te olvides sin más y que el efecto se te pase enseguida, pues se trata de una pequeña alteración que se olvida muy pronto. De todos modos, resulta siempre pasajero.

A estas alturas y para finalizar, quizás os preguntéis por qué el efecto se llama Yoshioka. Es lo más tonto y no tiene ninguna importancia, sólo es el nombre del gato que desapareció.


miércoles, 27 de febrero de 2008

Mei

(Sala de variedades)

Como me encontraba en el trabajo, esta mañana no estaba en casa cuando una vecina avisó a mi hermano. La mujer creía que nuestra gatita Mei había sido atropellada.
Cuando regresé a casa ya la habían enterrado mi madre y mi hermano, pero no me enteré hasta un poco más tarde.

Nuestra gatita romana empezó su primer periodo de celos, todavía muy joven y algo pequeña, claro. Era bastante traviesa, casi siempre estaba correteando y jugando, muy hogareña (al contrario que el otro gato que tenemos, más independiente). Le encantaba chupetear los tejidos cuando se ponía a ronronear; en el cuarto de baño observaba atenta cómo limpiábamos la ducha y le llamaba especialmente la atención la manguera (a quien atacaba cuando estaba cerca de ella) y el váter. Como estaba tanto tiempo con nosotros, sus repentinas y largas salidas buscando novio me parecían aún menos habituales. Muy poco contacto con la calle tuvo para empezar a salir tanto tan de repente, no estaba habituada a los peligros de fuera.

Mi hermana está de viaje y sé que le apenará mucho la muerte de la gatita cuando vuelva. La llamamos Mei porque ella quiso: Mei es el nombre de la niña pequeña de la película Mi vecino Totoro, de Hayao Miyazaki (una de las mejores películas de animación de la historia, a la que tengo un gran cariño).

Precisamente, cuando mi madre me dio la noticia, estaba viendo en YouTube un video del compositor Joe Hisaishi junto al cellista Hiroshi Kondo, interpretando The path of the wind. Un precioso tema que pertenece a la banda sonora de la película citada, donde viene el nombre de Mei.




lunes, 25 de febrero de 2008

¡Grande Bardem!

(Sala de variedades)

No había premio que se le pudiera resistir por ese papel como psicópata asesino, despreciable, aterrador, escalofriante, con un odioso peinado que lo encrudece todavía más, tan espeluznante y horrible pero a la vez atractivo... no se le puede quitar la vista de la pantalla hasta que tomas conciencia y te preguntas: ¿por qué me atrae tanto este horrible personaje?

Porque es BARDEM, y ganó el Oscar. Con mayúsculas, porque es así de grande, su dedicatoria española ya ha quedado para la posterioridad.



Nuestro queridísimo Alberto Iglesias no ha tenido la misma suerte y no pudo alzarse con la estatuilla a la mejor banda sonora por Cometas en el cielo. Se lo llevó Dario Marianelli por Expiación, aunque eso sí, al parecer un Oscar también merecido, no como lo ocurrido en la primera nominación de Iglesias por El jardinero fiel, que le arrebató la estatuilla Gustavo Santaolalla por la menos sorprendente Babel (más aún cuando ya recibió el premio por primera vez el año anterior por Brokeback mountain). Hoy escuché precisamente en la radio que Iglesias piensa dejar tarde o temprano la música de cine, y desde aquí le digo al maestro que por favor no lo haga hasta que gane el galardón (a la tercera va la vencida), y que me prometa que volvería al oficio para componerme si alguna vez hago alguna película.

El mejor film de animación recayó en Ratatouille (grande también Brad Bird), aunque me da un poco de pena por Persépolis. Y un rápido listado...

- La guapa Marion Cotillard se llevó el premio a la mejor actriz por La vie en rose (Ellen Page, todavía eres muy joven, ¡ya volverás como nominada!).

- Daniel Day Lewis al mejor actor por Pozos de ambición.

- Tilda Swinton a la mejor actriz de reparto por Michael Clayton.

- Los falsificadores, de Stefan Ruzowitzky, fue la mejor película de habla no inglesa.

- Diablo Cody se lo llevó por su guión original para Juno...

Y No es país para viejos, la gran triunfadora, grandes también los Coen: mejor película, mejor director, mejor guión adaptado y mejor BARDEM.

Así que ya sabes, si aún no has visto la película, aprovecha y ve a verla en pantalla grande. Y escucha a Iglesias en Cometas en el cielo.


Pincha aquí si quieres ver los premiados en otras categorías.
Ah, y feliz cumpleaños, Oscar, por tu 80 aniversario.


viernes, 22 de febrero de 2008

Los secretos del piano indomable

(Ebriedades)

El fin de semana pasado asistí a un curso de piano impartido por un reputado pianista que no conocía: Ángel Sanzo, músico natural de Antequera (uno de los pueblos más hermosos de Málaga, tan lleno de cultura como de recuerdos personales). No pensaba inscribirme en el curso, porque tenía que madrugar sábado y domingo y me iba a ocupar todo el fin de semana (estoy mucho más cansado a raíz de mi nuevo trabajo), pero finalmente me animé. Eso sí, me apunté como oyente y no como alumno activo, es decir: yo no iba a llevar nada para tocar en el curso, sólo iba a estar presente, atento a todo lo que ocurriera. El motivo era bien simple: no tenía ninguna obra lo suficientemente preparada como para mostrarla; y aunque la tuviera, no sería capaz de tocar relajadamente.

Mi profesora de piano se enteró de que me había inscrito como oyente, y la clase previa al curso me informó de que, como no había muchos alumnos inscritos, si hablaba personalmente con la profesora que llevaba la organización, probablemente podría participar como activo aunque hubiese pagado como oyente. Sencillamente era un chollo: la tasa de alumno activo era considerablemente más cara que la del alumno oyente. Sin embargo, yo no estaba nada cómodo con la idea. Mi profesora me recomendó que tocara la Consolación nº 3 de Liszt, que era la que tenía lo suficientemente madura como para presentarla. Yo le agradecí su propuesta y le dije que me lo pensaría, aunque ya tenía bastante claro que no iba a tocar nada.

Nunca había asistido a ningún curso pianístico. La mecánica es la siguiente: cada alumno tenía aproximadamente una hora con el pianista Ángel Sanzo. Una vez que el estudiante tocaba lo que había traído, Sanzo daba su sincera opinión y corregía un sin fin de detalles, ayudando al alumno a interpretar lo que pone una partitura, conocer las intenciones del compositor y mejorar su técnica pianística. Ángel Sanzo demostró ser un excelente pianista y un exigente profesor: aprendí muchas cosas acerca de la interpretación musical y del estudio pianístico. Sanzo podía tocar todo lo que le pusieran por delante, conocía a la perfección las obras y explicaba con total claridad todo lo que corregía, con comparaciones sencillas y un impresionante sentido musical. Algunas de sus frases se me quedaron grabadas, pues a veces interpelaba directamente a lo que podríamos llamar (sin querer ser pedante) la esencia de la música y el porqué de su magia. Puedo asegurar que, gracias a esas horas, puedo comprender mucho mejor lo que un compositor quería decir con su pieza, cómo interpretarlo y cómo sentirlo. Me ha enriquecido mucho, pero también me he sentido bastante impotente.

Al estrado, donde estaba el piano de media cola Yamaha, subieron más de una decena de pianistas, todos más jóvenes que yo (la mayoría eran quinceañeros), con un nivel muy superior al mío (algunos eran incluso un prodigio tocando). He de reconocer que sentí un poco de envidia, pero es el precio a pagar por abandonar el piano tanto tiempo, mucho peor aún si mis habilidades, ya de por sí, eran muy limitadas.

Todo eso hubiese bastado y no me hubiera importado tanto, me decepciono yo solo muchas veces, es pan de cada día; pero lo cierto es que hubo algo que hice mal y con lo que no contaba.
Mi profesora estuvo presente algunas horas del sábado por la tarde. Iba a comenzar la sesión tras el descanso del almuerzo cuando ella aparece justo a mi lado, diciéndome que había hablado con la organizadora por mí y que podía tocar. Me pilló totalmente desprevenido y reconsideré en menos de un segundo mis posibilidades: no llevaba ninguna partitura, no tocaba la obra desde hace unos días y no era capaz de interpretarla de memoria (menos aún en directo con un reducido pero importante público). Claramente le dije que no, pero con esa sonrisilla tonta que a veces me sale y que tanto odio. Mi profesora volvió a su asiento, me sentó bastante mal tirar por balde el esfuerzo que ella había hecho para que tocara en el curso. Al menos, me disculparé cuando la vuelva a ver en la próxima clase.

Encima, luego fantaseé imaginándome allí arriba: tocando como nunca podría hacerlo, tan bien que sorprendía a todos, incluso al pianista estrella.


La pianista, Ian Campbell



Página oficial del pianista Ángel Sanzo:

www.angelsanzo.com

viernes, 15 de febrero de 2008

My blueberry songs

(Sala de variedades)

Cuando escuché la canción de
My blueberry nights exclamé interiormente: "¡qué buena!". Como Norah Jones es la actriz principal de la película (su debut en este oficio) deduje que era suya, pero error: ya me parecía su voz demasiado ronca y gélida, y el estilo de la canción no cazaba del todo... Luego me enteré de que se trataba de un tema de Cat Power: The Greatest. La canción parece hecha a propósito para una película de Wong Kar-Wai, tiene dentro de ella una mezcolanza extraña de emociones, puede parecer triste, esperanzadora, nostálgica, dulce... como las películas del cineasta chino.

La semana que viene se estrena por fin My blueberry nights en España. No me espero ninguna obra maestra, pero estoy seguro de que el bueno de Won va a emocionarme como él bien sabe, con esos personajes a la deriva, dolientes, con la música de Umebayashi y esos hermosos planos que tanto condensan, que para nada llegan a ser un esteticismo recargado y efectista (2046 es una necesaria excepción, si continuara con ese estilo exacerbado y recalcado entonces cambiaría de opinión). Espero que tenga una buena distribución en salas, supongo que Vértigo Films se comportará, como suele hacer.
Tengo ganas de volver a escuchar la canción; me la estoy poniendo por la mañana cuando voy al trabajo, de algún modo me da una extraña energía.

Aunque me gusta más la versión original en estudio, este directo de The Greatest está bastante logrado (en otros a Chan Marshall, l
a cantante, se le va un poco la olla).






ACTUALIZADO (22-02-2008): Desgraciadamente, la película My blueberry nights se ha vuelto a retrasar. Su fecha de estreno está pendiente por confirmar.

El sitio oficial del film es el siguiente:
www.myblueberrynights.es

jueves, 7 de febrero de 2008

La chica de la estación

(Ebriedades)

Este año, las compras de los Reyes Magos las hice el mismo día cinco de enero por la tarde. Nunca había dejado las compras de Reyes para el último día, supongo que cada vez soy peor persona.

Cuando terminé, fui a la estación para coger el último autobús que iba a mi pueblo. A esas horas, hay pocas personas en los andenes esperando. Una de ellas era una chica que atrajo mi atención sin saber por qué, quizás por el hecho de que era sudamericana. No era precisamente guapa y estaba rellenita, pero a mí me seguía llamando la atención (de hecho, he de confesar que me gustan las mujeres rellenitas): la chica transmitía un extraño aura. De vez en cuando la miraba de reojo (estoy seguro de que se dio cuenta), hasta que descubrí qué era lo que captaba tanto mi atención: la chica estaba lagrimeando. Cuando me percaté, algo dentro de mí se encogió; ella lloraba en silencio, sus ojos estaban húmedos, contenía las lágrimas pero por las mejillas se dibujaba un hilillo brillante. No pude evitar sentir compasión por ella, hace un momento había visto gente derrochando dinero comprando regalos, las calles del centro atiborradas de gente expectante por la cabalgata… no esperaba encontrarme ese día con la otra cara de la moneda.

Empecé a mirarla todavía más, de soslayo, aunque a veces no era capaz de evitarlo y la miraba casi descaradamente. Enseguida imaginé los problemas típicos de una inmigrante, creyendo que podía ser el caso de esa pobre chica que estaba llorando la víspera de un día de Reyes. Mi autobús llegó, y como no hizo ademán alguno de subir intuí que estaba esperando otro. Estaba a punto de ponerme en la cola, de cinco o seis personas, cuando ella me habló.


“Perdona, ¿sabes si este autobús va a Alhaurín?”.

Me quedé un segundo inmóvil. No sé si por el hecho de que para nada me hubiera imaginado que me dirigiría palabra alguna, o tal vez porque su voz tenía tal dulzura que tampoco me hubiera imaginado que hablara así. Con su frase salió a relucir su melodioso acento latino, aunque no sabría decir a qué región pertenecía. Le respondí prácticamente enseguida, esperando que no se diera cuenta de cómo me había sorprendido que me hubiese hablado. Mi respuesta, por desgracia, no le solucionó la vida: le dije que mi autobús no iba a Alhaurín, ella volvió a preguntarme si sabía dónde se tomaba, y yo creía que en el andén en el que estaba ella en ese momento. Pero ante mi inseguridad, le recomendé que fuera a las ventanillas a preguntar. Sin embargo, cuando le dije esto último, ella miró hacia el interior del recinto con una expresión tal que supe enseguida que no iría a preguntar nada. Me despedí, y cuando lo hice me di cuenta de que mi última palabra sonó demasiado fría. No se lo dije, pero a esa hora era probable que ya no hubiera más autobuses.

Ya en mi asiento vi cómo ella se había sentado en el suelo y abrí mi libro de Memorias de una geisha por la página por la que iba: justo cuando la pobre Sayuri, todavía niña, se encuentra por primera vez con el Presidente y la ayuda a enjugarse las lágrimas, reanimándola por completo.

Cuando volví a mi casa consulté el horario de los autobuses. Si alguien en Málaga te dice que va a Alhaurín puede ir a dos sitios distintos: Alhaurín el Grande o Alhaurín de la Torre. Para uno no había más autobuses a aquella hora, para el otro quedaba el último por salir.

sábado, 26 de enero de 2008

Las cicatriz del tiempo (Yasunori Mitsuda)

(Sala de variedades)

En el trabajo me han mandado escribir un artículo acerca de un compositor de videojuegos llamado Yasunori Mitsuda. No me sonaba para nada el nombre de este japonés, pero cuando empecé a investigar comprobé que en verdad lo conocía desde hace ya varios años, pues es el compositor de dos famosos videojuegos: Chrono Trigger y Chrono Cross.
El primero salió para la ya clásica Super Nintendo y se ha convertido en uno de los mejores RPG's, a pesar de que no pudo jugarse en Europa. Su secuela apareció para PlayStation (ahora PSOne). De éste último, Chrono Cross, me enteré gracias a una revista española ya inexistente acerca de videojuegos de importación. Me interesé tanto por él que esperé con ganas su salida en Europa. Sin embargo, al juego le pasó lo mismo que a Chrono Trigger: nunca vio la luz en nuestro continente.
La secuencia de video introductoria que pude ver de Chrono Cross cuando se esperaba con impaciencia su salida en Europa me impresionó mucho, y ya la bellísima música que la acompañaba se me quedó grabada.

Ahora que tengo que escribir el artículo de Mitsuda estoy escuchando otros temas de este buen compositor, algunos son realmente hermosos. Por supuesto, he rescatado la intro de Chrono Cross de mi memoria, titulada Scar's Time. No sólo la música (es curiosa la fuerte influencia celta de Mitsuda), sus gráficos y sus diseños me siguen gustando mucho.







El prólogo de la intro reza lo siguiente:


¿Cuál fue el comienzo de todo esto?
¿Cuándo empezaron a girar los engranajes del destino?

Quizás es imposible entender esa respuesta ahora,
desde el profundo interior de la corriente del tiempo...

Pero, por un cierto periodo de tiempo, entonces,
amamos a tantos, pero odiamos tanto,
nos hicimos daño y nos lo hicieron.

Pero incluso entonces corrimos como el viento,
mientras se hacían eco nuestras risas,
bajo el cerúleo cielo.

sábado, 19 de enero de 2008

Mis desperfectos

(Ebriedades)


En diciembre fui a un concierto de la filarmónica de Málaga. En el repertorio de aquella noche tocaban Así hababa Zarathustra, un poema sinfónico que Richard Strauss compuso en honor a Nietzsche, al que admiraba fervientemente. El compositor austriaco quedó muy satisfecho con su obra, compuesta en 1984; y cuando se estrenó en 1986 en Francfort del Maine, Strauss escribió a su esposa diciéndole que Zarathustra era, sin lugar a dudas, su mejor obra y la más importante de todas las que había compuesto.

No he leído el libro Also sprach Zarathustra, que quede claro, la filosofía es uno de mis muchos temas pendientes, pero algo sabía de esa obra acerca de la glorificación del hombre y su conflicto con la naturaleza. Pero en el libretillo del concierto de esa noche (la de mi concierto de 2007, no la del estreno de 1986) comentaban las partes de aquel poema sinfónico, donde pude leer una frase que reseñaban del libro de Nietzsche referido a la parte de la obra De las alegrías y de las pasiones. Dice así: “Al final todas vuestras pasiones se convirtieron en virtudes, y todos vuestros demonios en ángeles…”. Me llamó la atención.

Tener tengo pasiones, sin ellas no levantaría cabeza, pero me pregunto si alguna vez llegarán a convertirse en virtudes. En estos meses de ausencia en los que abandoné mi anterior blog he traspasado ciertas fronteras que me costaron lo suyo cruzar, y al otro lado me he encontrado con que el nuevo camino no será nada fácil. Me siento un poco distinto, como más consciente de algunas cosas, pero sé que en el fondo no he cambiado. La única diferencia es que mis ensoñaciones son ahora mucho más fugaces, como susurros que me alientan a imaginarme algo distinto para evadirme de mi pesadumbre, siempre en su justa medida como la medicación de un enfermo.

Soñar causa desperfectos, es lo que mejor sé. Por eso ahora estos sueños están aprisionados para poder controlarlos, la experiencia me está ayudando a confinarlos para que no sean más que pequeños hálitos. Aun así, a pesar de todas las precauciones, sigue siendo muy difícil dominarlos y de vez en cuando alguno que otro se escapa.