domingo, 31 de agosto de 2008

La emoción... (y sus riesgos)

(Ebriedades)

Ha nacido una nueva historia de amor emblemática a la que mis ojos y una parte de mis oídos se han entregado por completo, de forma sumisa y callada, originando en mí ese estado de atontamiento indefinido donde se confunden el gozo y la nostalgia…

Es la historia de amor de Wall-e y Eva. Un amor que retorna a los inicios del cine mudo chaplinesco, que pasa por la etapa de oro musical, por el romanticismo woodyniano para alcanzar la cima en un universo de estrellas y ciencia ficción. Esta historia de amor logra algo que sólo los grandes pueden hacer bien del todo: volver al pasado desde el futuro. Es una película que me recuerda de dónde viene el cine y de cómo me enamoré de ese arte.

Andrew Stanton, el director de la película, declaró que Wall-e es como una mezcla de Charlot y de Woody Allen, “sus movimientos son torpes como los de Charlot y es un romántico desesperado como Woody Allen”.
Y con todo esto, se me pasan por la cabeza tres puntos:

- Que hay gente que dice que soy muy “chaplinesco”.

- Que hay otros (entre los que se encuentran algunos del primer punto) que me comparan con Woody Allen (y no precisamente por su inteligencia).

- Y que un par de seres allegados no han tardado en compararme con Wall-e.

Es una estupidez, lo sé, pero es una memez que me hace partícipe de ese romance, de esa sensación especial que se tiene de pequeño cuando te comparan con alguien excepcional al que adoras. Y sin saber muy bien cómo, allí estoy en medio de ese ciclo a lo largo de la historia del cine, en medio del precioso idilio de Wall-e y Eva, con los estropicios que toda esa montaña de fantasía cúbica puede transvasar a la vida real.


viernes, 22 de agosto de 2008

Cuando Gotham no era más que cinco muebles

(Ebriedades)

En mi infancia, mi hermano y yo jugábamos con los muñecos a Batman. Era en la otra casa, mi primer hogar tenía un salón grandísimo para mi yo reducido y se convertía, pues, en el imaginario más perfecto de la ciudad de Gotham. Para ello, mi hermano tenía un Batman con sus alas y su batmóvil, el que sacaron por la película Batman Forever en 1995. No penséis mal, éramos niños y no sabíamos (ni nos importaba) que la película fuese una porquería, simplemente lo muñecos molaban. Yo, lógicamente, tenía un Robin (absteneros de bromas ridículas), que era la representación de Chris O’Donnell en su papel. Si a eso le añadimos los múltiples Playmobil, las piezas de Lego y los desafortunados muñecos que nadie conocía provenientes de rastrillos (que hacían de los malos de turno), ya teníamos más que de sobra para representar con calidad nuestras aventuras. Y eran buenísimas, no había nada que me llenara tanto.

Eso de jugar con los muñecos ya ha pasado, claro está, pero no me avergüenza afirmar que me esforcé por retrasar ese fatídico día en el que el niñito abandona a sus juguetes. Recordando esos momentos puedo asegurar que de pequeño tenía mucha más imaginación que ahora; antes tenía historias a rebosar, cada día podía inventarme alguna situación juguetil con su clímax y todo; era como ser un director de cine de lo más completo, pues te encargabas además de todas las interpretaciones, del guión, del dificilísimo doblaje, del atrezado... hasta de la banda sonora y los efectos de sonido. No es que ahora sea incapaz de ello, quiero decir, de pensar historias, ¿pero para qué me sirven, para qué dejo mi imaginación fluir? La mayoría de las historias que me imagino son simulaciones ideales para solventar algunos aspectos de mi vida que o bien resultan fallidas o no llevadas a la práctica. Y menudos embrollos: esto no me llena nada y no sé qué podría hacer, qué hago para que tal o cual chica me haga caso, dónde podría conseguir un nuevo y motivador trabajo…

Debería haber empezado un blog cuando tenía diez años, seguro que entonces podría escribir más y cosas agradables y entretenidas (aunque por otro lado no estaría capacitado para confeccionar chistes eróticos o sexuales, fui muy avispado de pequeño, pero diez años son diez años…). A ver cuánto soy capaz de escribir a partir de ahora. No prometo nada, no vaya a ser que os decepcione, en ese caso mejor saco mis muñecos (que por supuesto siguen guardados en alguna parte) y quien se quiera apuntar, pues bienvenido sea.