sábado, 6 de junio de 2009

Máximo respeto (Antonio Vega, la SGAE y EMI)

(Ebriedades - Sala de variedades)


Ya casi ha pasado un mes desde que Antonio Vega nos dejó. No voy a repetir de nuevo todo lo que han dicho los medios de comunicación en esos primeros días en los que se conoció la fatídica noticia. Todos se volcaron en él, algo un poco irreal, pues Antonio siempre ha sido un músico muy respetado y conocido desde la distancia, la distancia de los que están a un lado del primer plano mediático. Cuando sacó 3000 noches con Marga pudimos ver, por ejemplo, algún reportaje en algún periódico, pero poco más.


Hay una cosa que creo que recordaré cuando en un futuro hable de Antonio con los colegas, amigos o aficionados. Desde hace ya varios años era consciente de que Antonio podía sorprendernos cualquier día con su marcha, dado el estado tan frágil en que solía encontrarse. Pero cuando me enteré de su muerte no me lo creí enseguida, busqué información, me enteré de aquí y allá de qué pasó. De repente sentí la necesidad de buscar alguna canción y ponérmela, fui directamente a Youtube, una, otra... y me sorprendió ver que había tantísimas personas como yo que estaban haciendo lo mismo: sus comentarios registrados contaban segundos, todos ellos despidiéndose de Antonio.


Pero si hubo algo que me molestó de veras de la comprensible pero inesperada súper-cobertura de la muerte de Antonio Vega fue la reacción de la SGAE y de EMI. La SGAE se volcó también con la muerte del músico, informando de la noticia, luego con la capilla ardiente en la sede de la entidad (Antonio Vega, como músico maldito, aún no lo relaciono del todo con esta atención tan respetuosa de la SGAE). Mi indignación vino al encontrarme, a menos de una semana de su muerte con un disco recopilatorio póstumo del sello EMI. ¿Pero esto qué es? Me dio una arcada, ¿así homenajean a Antonio? ¿Sacando un disco con dos CD’s y un DVD tres días después de su muerte? ¿Es que ya tenían el maldito álbum preparado para cuando llegara el día? Y critico también a la SGAE, que al fin y al cabo es la primera que se embolsa el dinero de los derechos de ese bochornoso recopilatorio. Así funciona la industria, sí, un par de lagrimitas diciendo: “qué pena”, y luego se convierten en buitres carroñeros que se lanzan a por la pasta y se aprovechan del marketing jugoso y rastrero. Un poco de respeto, por favor, ¿no podían ni esperar un tiempo prudencial, un tiempo de luto y de respeto? Ah, claro, es que un mes después ya casi nadie habla de su muerte… Qué triste, no se molestan ni en guardar las apariencias.


Ahora, eso sí, si copiaras o te bajaras un disco de Antonio porque no lo encuentras en tu tienda o porque el precio del disco aún te parece abusivo, enseguida la SGAE vendría con eso de respetar la propiedad intelectual de los autores (y a liquidarte tu cuenta bancaria, claro…). Venga ya, y sacar ese recopilatorio es muy respetuoso, ¿no?


Al menos, me ha alegrado saber que otros internautas se han quejado de la salida del disco, que, por cierto, ni siquiera es el recopilatorio ideal, faltan canciones que deberían estar en los CD's de audio (y que alguna esté en el DVD no me vale). Termino mi particular homenaje-queja con una de las canciones que faltan en ese… álbum de EMI. Tengan seguro que no lo compraré.




lunes, 25 de mayo de 2009

Impresiones sobre "Ponyo"

(Ebriedades)


Las ganas de hablar de Ponyo superan mi dejadez y mi baja estima con la escritura. Esto no es una crítica formal, son algunas impresiones (si no acertadas, os aseguro que bien sentidas). Vamos allá.


Comienzo con algo que ya ha dicho todo el mundo, pero a mi manera: Ponyo es la película más infantil de Miyazaki, con diferencia, pero eso no es para nada negativo. La ausencia de la riquísima “doble proyección” de sus películas (me refiero a las impresiones tanto para niños como para adultos) se compensa con una historia tan sincera y orgullosa de ser infantil que transporta a aquellos dispuestos a volver a la infancia, casi sin que quieras. Al fin y al cabo es lo que hace Miyazaki, no creo que haya nada más bonito en un animador de 68 años (cuyas cuatro últimas películas cosecharon un barroquismo lírico) que volver a sus inicios tanto formales (por el uso del lápiz en todo el proceso de la película y la sencillez del relato) como espirituales (la infancia idealizada). Hasta su forma de presentación y cierre ya nos dice que estamos ante un cuento, como una de esas fábulas ilustradas que se compran en las librerías.


De hecho (y reconozco que esto va dirigido a los detractores que sentencian a Ponyo con un “es que es muy infantil”), la película tiene algunos de los mejores momentos de toda la filmografía del director (ese travelling de Ponyo saltando sobre los peces persiguiendo al coche...).


No es cierto tampoco que el cineasta vuelva completamente a sus orígenes, algunas de estas secuencias derivan del derroche audiovisual de Mononoke, Chihiro y Howl (como la descrita en el paréntesis anterior). Es volver atrás con lo que te ha dejado el presente.


Sin embargo, algunos de esos momentos más sentidos son de una sencillez encantadora. Y ahí es donde estriba uno de los mejores hallazgos de la película: los sentimientos de los infantes, porque uno de los momentos más tristes para un niño es cuando cree que su mascota ha muerto, o cuando simplemente ha perdido el tesoro que ha encontrado esa misma mañana…


Hay otra cosa de Ponyo que me ha llamado la atención, y parece que soy unos de los pocos a los que le ha ocurrido esto. ¿Por qué me gusta tanto el personaje de Fuijimoto? El que sería el "malo" de la película, un tipejo que identifico con los brujos de los cuentos y que Miyazaki lleva a su terreno, otorgándole una misteriosa profundidad dramática que no desarrolla, perfectamente adaptada al tono desenfadado del film (de hecho es bastante humorístico, algo que siempre somos nosotros, los pobres desgraciados). Es como el primo lejano y tranquilo del Moriarty de Sherlock Holmes, pero sin tanta locura.


Si Miyazaki escribe su historia más infantil, Hisaishi sabe qué es lo que tiene que hacer:con la música: mayores recursos descriptivos y temas de personajes profusos e ilustrativos. El preludio que sirve de eje central, más allá del tema principal de Ponyo, el tema de la madre, el de Sosuke… son maravillosos y la forma en que la película pasa de unos a otros son de una soltura exquisita.

He aquí un ejemplo del buen hacer narrativo de la banda sonora: hay un momento en el que se superponen los temas de Ponyo y Sosuke para reflejar el grado de compenetración al que han llegado estos dos. Sencillo, claro y delicioso.



Y si Miyazaki se entrega al 100%, Hisaishi ya sabe que debe hacer lo mismo, quizás por eso, para engrandecer el sentido de fábula wagneriana Hisaishi recurre a los coros (recurso poco utilizado en sus composiciones), y hasta a una clara referencia valquiriana muy acertada, dado el nivel de surrealismo y el abrumador torrente imaginativo que llega a alcanzar la película.



En la resolución de la película, Miyazaki está a punto de desbordarse, pero el timón de su barco ya se dirige a buen puerto, dejando aquella resolución de El castillo ambulante en un descuido imaginativo. Eso sí, alguna que otra oleada nos la deja a nosotros para que le busquemos su cauce, como bien acostumbra.


Hasta aquí puedo decir. Adelante, llámenme infantil.



P.D: Si te ha gustado y quieres hacer alguna contribución puedes regalarme un peluchito de Ponyo.