jueves, 29 de mayo de 2008

El estreno

(Ebriedades)

No me atrevo a decir de mí que soy “compositor”, ni tampoco “escritor” o “guionista”, siempre soy un simple aficionado en todo lo que hago, ni la calidad de mis obras y mucho menos mi productividad me hacen la suficiente justicia como para asignarme el poder de tales oficios. Es cierto, pero sea como sea, resulta que hace menos de una semana estrené por primera vez en un concierto una obra que lleva mi nombre.

Llevo algunos años cantando en el coro de mi pueblo, y como estoy con gente a la que ya considero muy cercana a mí, me atreví a componer algo para ellos. Era una idea que tenía desde hace algo menos de un año y que terminó por motivarme cuando, sentados los dos en un bar de copas, mi director y amigo Jerome me animó a que escribiera algo. Así que me puse manos a la obra y para la nueva temporada presenté la partitura, sin letra. A Jerome le gustó bastante, propuso un par de cambios musicales y me ayudó a arreglar algunos detalles de las voces. Finalmente le pusimos letra entre los dos, y un querido compañero de mi cuerda, Pepe Luis, se dedicó a pulir los últimos detalles y a darle título (la jodida letra fue lo que más costó de todo, pero creo que no quedó mal a fin de cuentas).

Los ensayos se sucedieron y reconozco que no estuve muy animado al principio, pues noté que al coro, en general, no parecía gustarle mi obra... Por suerte, fue una primera impresión equivocada, infundada por los ensayos por cuerda. A la hora de aprender una obra, cada cuerda del coro ensaya en solitario su parte, y esta canción tiene la particularidad de que cada voz por sí sola queda bastante vacía y aparenta no tener ninguna dirección concreta. La melodía de cada cuerda tiene todo su sentido en la puesta en común, y es lo que me hizo respirar tranquilo cuando pasamos a los ensayos conjuntos y los coristas empezaron a cogerle su gusto, hasta la alabaron.


De todos modos, al coro le costó habituarse (era una canción un poco complicada y distinta a las habituales que cantamos), así que empecé a temer que no se llegara a pulir del todo. Pero respondieron muy bien y me sorprendieron gratamente, los ensayos se sucedieron y quedé contento con el resultado final.

Llegó el día del concierto, y a pesar de que rogué que no hicieran ningún tipo de presentación especial, no pudieron evitarlo. Aunque amenacé con irme del coro si hacían algo fuera de lo normal, mi compañero, el que pulió la letra y bautizó la obra, explicó a todo el público lo “importante que era esta canción para el coro”. Demasiado bombo y platillo para tan poca cosa, esos detalles al público se la suda, aunque comprendí que mis compañeros quisieran hacerlo. Y me emocionó, la verdad.

Al final, como ocurre mucho en este arte, el concierto salió mejor en los ensayos... Pero qué más da, ya saldrá mejor en el próximo, el fin de semana que viene.




sábado, 24 de mayo de 2008

Reencuentro con Taniguchi: El rastreador (I)

(Ebriedades)

-Para leer la segunda parte pincha aquí-

Acabo de terminar Barrio Lejano, un cómic de Jiro Taniguchi que compré en el Expomanga de este año en Madrid. Fue algo fortuito a medias, pues quería leerlo desde hace bastante tiempo, cuando conocí al autor tras leer su precioso El almanaque de mi padre, y no asistí a la feria con intención de comprar nada. Subí a Madrid para visitar a mis amigos de la universidad, ni sabía que el Expomanga coincidía con mi llegada, pero en el trabajo me pidieron que fuera a cubrir la presentación del juego Dragon Ball Z Burst Limit. Y allí, en el stand de la editorial Ponent Mon, Taniguchi volvió a mí en el momento más adecuado: con un oportuno 3 por 2 como oferta. Total, un chollazo: los dos tomos de Barrio Lejano + El rastreador (otro de mis esperados, y encima gratis). Quedan para otra ocasión La época de Botchan, El olmo del cáucaso, La cumbre de los dioses y otros tantos… En la página web de Ponent Mon podéis echar un vistazo a la colección dedicada al japonés. Concluyo este párrafo introductorio afirmando lo contento que salí por mi compra (que incluyó además una camiseta con el logotipo totoresco del Studio Ghibli).


El rastreador (Sosakusha)

Fue el elegido para el trayecto de vuelta a casa, el cual me atrapó durante las tediosas horas de autobús. El cómic tiene uno de esos personajes que son para quitarse el sombrero: Shiga, un hombre de edad madura que todavía conserva un intacto sentido de la responsabilidad, una ideología humana prácticamente inexistente en la sociedad de hoy día. El hombre, un alpinista recluido en una montaña desde hace más de una década, baja a la ciudad al enterarse de que la hija de su mejor amigo, muerto en su última expedición, ha desaparecido. Su misión es encontrarla a toda costa, y Shiga emprenderá un pequeño periplo por la moderna ciudad japonesa, buscando pistas desconcertantes y soportando palizas en barrios peligrosos, la desesperanza de los jóvenes corrompidos y el desprecio de los desconfiados.

A diferencia de Barrio Lejano y El almanaque de mi padre, El rastreador es un sofocante thriller que me puso el corazón como el solo de batería de una alocada banda de jazz, de forma gradual desde la primera página hasta la última (336 tiene la obra), tomándose el tiempo que hace falta hasta llegar a ese increíble clímax que no me pude creer cuando lo vi... Pero todo ello sin que falte lo que ya identifico como el toque Taniguchi: la humanidad de su historia, una compleja radiografía de los sentimientos de cada personaje y de la relación entre estos. Como soy un anti-spoiler, no revelaré nada más, por supuesto, cualquier comentario incisivo sobre el argumento estropearía las emotivas sorpresas que nos depara el genio de Taniguchi en cada viñeta.

En El rastreador encontré, además, otra de las pasiones del autor: el montañismo y los entornos naturales, Shiga viene de ese mundo y se enfrenta a la ciudad tras haber roto con ella años atrás; motivo por el cual su lectura me pareció, además, un acertado y casual paso para descubrir sus obras centradas en la naturaleza y el montañismo (Z, La cumbre de los dioses, Seton…).

Aún está sobre mi cama el tomo 2 de Barrio Lejano, pero como el post me ha salido más largo de lo que esperaba, os daré un descanso y dejaré mi pasional reseña para la próxima ocasión.


sábado, 10 de mayo de 2008

De nuevo, Summer vuelve...

(Sala de variedades)

El tema Summer no lo considero una de los mejores piezas de Joe Hisaishi (igual que tampoco la banda sonora completa de la película –El verano de Kikujiro- es de las más completas de su discografía). Al ser una de las partituras más “comerciales” y asequibles que ha compuesto, Hisaishi se ha ganado una clara referencia; pero siempre he opinado que deberían reseñarse otros temas mucho más destacables en cualquier reseña que leo de este compositor.

De todos modos, Summer me gusta, por supuesto. No hay duda de que es dulce, efectivo, cálido… mi piano está ya bastante cansado de tanto tocarlo. Me parece perfecto como sintonía veraniega, aunque su escucha no me recuerda especialmente a esta estación. Por eso, y no sé muy bien porqué, le dedico el espacio de hoy a este tema, quizás para acercar fácilmente mi querido músico a los escasos y perdidos lectores que lleguen accidentalmente por aquí. Y ya que estamos, por una vez voy a dedicarlo: para todo aquel que tenga hoy un día especial.





P.D: Si os gustó, la versión orquestal la aprovecha mucho más.