Hace bastante que no escribo, mi productividad en este blog es escasa, lo sé. Me gustaría poder actualizar más, lo intentaré. Sea como sea, no repetiré este encabezado en futuras entradas.
Ayer hablé con un amigo de varias películas en las que el violín es un “personaje” importante. Todo esto vino a raíz de Un corazón en invierno, una película que le presté de Claude Sautet acerca de un luthier insensible que arregla violines (buenísima, una de las películas que más me han impresionado últimamente). Otras películas que mencionamos fueron El violín rojo o Balzac y la joven costurera china.
Pues bien, el caso es que la conversación de los violines me trajo a la memoria el último concierto de
La violinista que interpretó aquel concierto de principios de febrero fue Alina Pogostkina. Me informé acerca de ella y mi interés aumentó: Alina es una jovencísima instrumentista que está gozando de popularidad. Con sólo 25 años, la violinista ya es un prodigio que está tocando en salas de todo el mundo. Aunque, sinceramente, lo primero que me impresionó al verla fue su belleza. Alina entró en el escenario, portaba su violín y lucía un vestido largo y claro. Empezó a tocar y su presencia en el escenario se convirtió en algo casi irreal… No soy ningún entendido de técnica violinística, pero la limpieza del violín y su precisa ejecución saltaban a la vista y a los oídos.
Por supuesto, yo ya conocía de antemano el famoso fragmento de la obra de Bruch y esperaba con emoción poder escucharlo en directo. Pero cuando llegó el segundo movimiento y comenzó a sonar esa primera nota larga del violín de Alina, la melodía me pilló totalmente desprevenido. Me desnudó por completo, incluso en un momento me dejó completamente vacío, como si algo dentro de mi cuerpo por fin hubiese encontrado una salida y se escapara lentamente, rompiendo todo sentido del tiempo y dejándome desamparado. Me conmovió profundamente. La sensación se acentuó porque estuve solo en un palco, muy próximo al escenario.
Una vez acabado el concierto, fui a saludar a uno de los músicos de la orquesta, un excelente trompetista al que conozco. Cuando le dije cuánto me había gustado la interpretación de Alina, mi colega me preguntó si quería conocerla. Sin darme cuenta, ya estaba subiendo las escaleras hacia el camerino, pensando algunas torpes frases en inglés que pudiera decirle. Mi colega pegó a la puerta de su camerino, pero Alina no respondió… se había marchado ya del teatro. Me hubiese gustado mucho tenerla frente a mí, pero supongo que así fue mejor, no tenía nada importante que decirle.
Sigo escuchando de vez en cuando, como antes, el adagio del Concierto para violín y orquesta nº 1 de Bruch. Sólo que ahora, cada vez que la pongo, me viene a la memoria el semblante de Alina interpretándolo con toda la elegancia del mundo.
Por desgracia, no existe ninguna grabación del concierto de Bruch interpretado por Alina. Pero quisiera dejaros a otro grande interpretándolo: Yehudi Menuhin. Tras la introducción, estoy seguro de que reconoceréis perfectamente la famosa melodía.
3 comentarios:
Compañero, me pasé por la pagína de Alina y he de reconocer si esa chica toca el violín solo para mi yo me enamoro de ella. Una pena que no pudieras conocerla.
Tan desaparecidos que estamos todos...
Un besito por los viejos tiempos!
mmuac
Verdaderamente maravilloso, sublime, me quedo sin palabras ante maravillosa armonía......., gracias.
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