miércoles, 30 de abril de 2008

Lost In London – Introducción

(Crónicas de un joven y mediocre español sobre su estancia de tres semanas en Londres para aprender inglés)


Hace un año, por estas fechas, decidí irme a Londres como destino de la generosa beca que me concedió el estado. El objetivo de la ayuda: estudiar inglés durante tres semanas. Mi objetivo: empaparme en ese vórtice cultural que es Londres, vivir una experiencia totalmente nueva e innovadora para mí (nunca había salido solo de España), es decir: ponerme a prueba. Y, en menor medida pero muy unido a lo anterior, despertar mi vago dominio del idioma de Shakespeare.

Creo que es la primera vez que tengo la fuerte necesidad de escribir un texto autógrafo, pero he tenido que dejar pasar un poco el tiempo para dejar constancia de la experiencia (algo más de medio año). No es que no quisiera o no pudiera. Sí, de hecho, el cuerpo me pedía desde hace tiempo escribir algún esbozo. El problema (si es que debería denominarse así), era que hay ciertos pasajes que no sabía (y no sé) explicar debidamente, con qué nivel de desnudez, con qué grado de selección. Pero tengo que probar. La distancia de los hechos me ayudará a tener una visión más concreta y global.

Otro tema que me preocupa (muy a considerar) es referente a las personas que forman parte de esta experiencia. ¿Cómo reflejarlas? ¿Tengo el derecho de incluirlas? Sólo fueron tres semanas de relación, incluso menos, pero son imprescindibles en las crónicas. Finalmente decidí incluirlas, según lo requiera a través de una serie de capítulos. Desconozco cuántos serán y cuánta gente aparecerá, pero quien quiera que vaya a leer esto debe saber que éste es mi sencillo homenaje a todos ellos (con ese argumento debería ser excusado). De todos modos, y aunque no haga falta decirlo, pido disculpas si inconscientemente me desplazo de la realidad exacta, si no perfilo con el rigor exigido los personajes que la rodean. Todo lector debe recordar que el género autobiográfico no se compromete a contar la verdad, si no la versión de la verdad del que se aventura a contarla.


Antes de finalizar, quisiera matizar un asunto: como motivo especial, voy a reinventar las normas del lenguaje escrito para transcribir ciertos acontecimientos. Durante mi narración pondré algunas expresiones en inglés; sin embargo, como muchos hechos transcurren mezclando conversaciones inglesas y españolas, me veo en la necesidad de aclarar cuándo se habla en un idioma o en otro para hacer las crónicas más fieles, sencillas y ágiles. Por eso, las oraciones que escriba en cursiva serán pasajes que se produjeron manejando el inglés. En algunos momentos lo especificaré, pero en otros no.

Sólo espero relatar mi experiencia londinense con claridad, viveza, sinceridad y mucha emoción contenida.

domingo, 20 de abril de 2008

El violín de Alina

(Sala de variedades)

Hace bastante que no escribo, mi productividad en este blog es escasa, lo sé. Me gustaría poder actualizar más, lo intentaré. Sea como sea, no repetiré este encabezado en futuras entradas.

Ayer hablé con un amigo de varias películas en las que el violín es un “personaje” importante. Todo esto vino a raíz de Un corazón en invierno, una película que le presté de Claude Sautet acerca de un luthier insensible que arregla violines (buenísima, una de las películas que más me han impresionado últimamente). Otras películas que mencionamos fueron El violín rojo o Balzac y la joven costurera china.

Pues bien, el caso es que la conversación de los violines me trajo a la memoria el último concierto de la Filarmónica de Málaga en el que estuve, donde escuché el Concierto nº 1 para violín de Bruch. Max Bruch fue un compositor alemán romántico que en la actualidad es recordado por el citado concierto para violín, en Sol menor (a pesar de que compuso otras muchas obras). El segundo movimiento de su concierto cuenta con uno de los adagios más bellos que se han compuesto para violín, la melodía es bastante famosa y sigue teniendo mucha acogida.

La violinista que interpretó aquel concierto de principios de febrero fue Alina Pogostkina. Me informé acerca de ella y mi interés aumentó: Alina es una jovencísima instrumentista que está gozando de popularidad. Con sólo 25 años, la violinista ya es un prodigio que está tocando en salas de todo el mundo. Aunque, sinceramente, lo primero que me impresionó al verla fue su belleza. Alina entró en el escenario, portaba su violín y lucía un vestido largo y claro. Empezó a tocar y su presencia en el escenario se convirtió en algo casi irreal… No soy ningún entendido de técnica violinística, pero la limpieza del violín y su precisa ejecución saltaban a la vista y a los oídos.

Por supuesto, yo ya conocía de antemano el famoso fragmento de la obra de Bruch y esperaba con emoción poder escucharlo en directo. Pero cuando llegó el segundo movimiento y comenzó a sonar esa primera nota larga del violín de Alina, la melodía me pilló totalmente desprevenido. Me desnudó por completo, incluso en un momento me dejó completamente vacío, como si algo dentro de mi cuerpo por fin hubiese encontrado una salida y se escapara lentamente, rompiendo todo sentido del tiempo y dejándome desamparado. Me conmovió profundamente. La sensación se acentuó porque estuve solo en un palco, muy próximo al escenario.

Una vez acabado el concierto, fui a saludar a uno de los músicos de la orquesta, un excelente trompetista al que conozco. Cuando le dije cuánto me había gustado la interpretación de Alina, mi colega me preguntó si quería conocerla. Sin darme cuenta, ya estaba subiendo las escaleras hacia el camerino, pensando algunas torpes frases en inglés que pudiera decirle. Mi colega pegó a la puerta de su camerino, pero Alina no respondió… se había marchado ya del teatro. Me hubiese gustado mucho tenerla frente a mí, pero supongo que así fue mejor, no tenía nada importante que decirle.

Sigo escuchando de vez en cuando, como antes, el adagio del Concierto para violín y orquesta nº 1 de Bruch. Sólo que ahora, cada vez que la pongo, me viene a la memoria el semblante de Alina interpretándolo con toda la elegancia del mundo.

Por desgracia, no existe ninguna grabación del concierto de Bruch interpretado por Alina. Pero quisiera dejaros a otro grande interpretándolo: Yehudi Menuhin. Tras la introducción, estoy seguro de que reconoceréis perfectamente la famosa melodía.